Al tratarse “Manderlay” de una continuación stricto sensu de “Dogville”, tanto en su historia y estética, como en la contundente y mordaz crítica hacia la política internacional de los Estados Unidos. El fundador de Dogma 95 vuelve aquí a servirse de una Grace ingenua y bienintencionada para arremeter contra un país al que considera esclavista en su esencia: su intención es desenmascarar las múltiples caras que ésta ha adoptado, unas veces bajo las formas convencionales de las plantaciones de algodón, y otras de manera más sofisticada con contratos y formulaciones jurídicas vejatorias y segregacionistas. En el aspecto cinematográfico, la película no se desvía un ápice de “Dogville”: decorados abstractos y puesta en escena teatral con un aire brechtiano que invita a la reflexión, juegos de luces que generan espacios, división de la historia en capítulos con fuerte presencia del narrador –en ocasiones, abusiva–, y una prioridad concedida a unos personajes que responden a arquetipos antropológicos. Las interpretaciones resultan convincentes –Bryce Dallas Howard sustituye a Nicole Kidman como Grace–, aunque quizá con menor fuerza que su antecedente, lo mismo que la propia historia, menos fresca y más predecible al seguir un esquema similar a aquélla.
Crítica de Julio Rodriguez Chico en www.labutaca.net


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