Cuatro Minutos

Estamos ante una película típica del norte de Europa, imposible de hacer si se es de los países cercanos al Mediterráneo, me explico, es una película que transcurre por el filo de la navaja de los sentimientos, consiguiendo entrar en esas prisiones que son las almas de sus protágonistas, y tras arrancar los barrotes, las libera de manera brusca y devastadora, puro cine de Bergman.

Al incluir los flashbacks, puede cojear en el ritmo narrativo, ya que a veces es frenético, y otras es mucho más pausado, pero sin llegar a aburrir, con lo cual podemos llegar a la conclusión de que posiblemente lo está buscando él, en ese intento de que sea una metáfora de las personalidades de sus protagonistas, tan volúbles emocionalmente.

También tiene tiempo de contarnos la historia, más a brochazos, de los actores secundarios, pero sin profundizar demasiado en ella, con lo que queda un film huérfano de cariño, pero qué se puede esperar del cine carcelario (salvo lo tópicos, que nadie se libra), y ¡qué coño!, que no estamos hablando de una película de Dysney.

Y el final, el final que es el que da título a la película, es simplemente grandioso: sonoro, visual y emocionalmente, y si te gusta la música, se te ponen los pelos del brazo haciéndo la ola.

Muy, muy recomendable.

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